Roberto Opazo: Esta pesadilla no era mi sueño
El director ejecutivo de Khipu, herramienta de pagos y cobros electrónicos, relata su aventura como emprendedor y la contrasta con el momento que se vive en Chile y el mundo.
Leí las cifras más duras con las que se puede analizar las posibilidades futuras de Khipu y quedé profundamente conmovido.
Para que se entienda, primero debo compartir que, midiendo el monto de las operaciones autorizadas con nuestra solución de pagos, el 2019 cerramos con $1.104.283.996.417, distribuidos en 6,5 millones de pagos. Eso representa un crecimiento del 79% en monto y 94% en pagos con respecto al 2018, en que habíamos crecido un 246% en monto y 162% en operaciones.
Ahora, la crisis mundial gatillada por el coronavirus se transformó en el principal agente de cambio en las empresas, empujando todos los proyectos de transformación digital y especialmente los de recaudación en línea, es decir, recaudación no presencial.
Esto aumentó drásticamente la demanda por nuestros servicios y nos encontró operativamente preparados, porque toda la plataforma tecnológica de Khipu y la forma de trabajo interno funcionan en forma remota, sin la más mínima dependencia de la oficina que solía reunirnos cada día.
Así, encerrados en nuestras casas, asustados y desconfiados del contexto social, vimos crecer nuestros indicadores más que nunca. Este año fácilmente duplicaremos el 2019 y puede que hasta lo tripliquemos.
Deberíamos estar llenos de alegría. Ver que lo que hicimos finalmente se masifica y esperar que alegre a nuestros comercios asociados, clientes que pagan, miembros del equipo y nuestro particular e idealista grupo de inversionistas.
Pero el contexto es un espanto. Hoy Transbank publica que, al comparar marzo del 2020, con marzo del 2019, la venta en línea crece un 30%, llegando a representar un 39% del gasto total con tarjetas, lo que es un récord sin comparación con las cifras previas de venta en línea.
Lamentablemente, el gasto total con tarjetas baja un 21% y esto se explica porque las ventas presenciales bajaron un 37%. Al abrir estas cifras, se ve la industria del turismo y entretención con una baja del 92%. Rodrigo Schmidt, nuestro nuevo vicepresidente comercial, viene de esta industria y nos explica el dolor de tanta gente, cosa que esta cifra no logra transmitir, a pesar de lo claro que es el número.
Nuestro sueño era distinto. Cuando Emilio (Davis) y yo fundamos Khipu, quisimos ser un aporte al mundo y escribir una linda historia, tanto en nuestra propuesta al mercado, como por nuestra propuesta al equipo.
"Tuvimos un crecimiento exponencial, durante suficientes años como para llegar al punto de equilibrio, en un negocio que requiere un volumen brutal. Y tenemos perspectivas de mantener el crecimiento. Pero no habrá fiesta presencial ni celebración remota."
El 2012 el monopolio de Transbank parecía no tener arreglo. En esa época, ofrecer al mundo una solución de pagos basada en la automatización de transferencias prometía agregar competencia, en una industria en la que todos los intentos legales que buscaban su apertura habían fracasado.
Aquí debo aclarar que creemos que la competencia es un valor positivo en sí mismo. Transbank nunca fue nuestro enemigo, de hecho, siempre hemos reconocido sus méritos y hoy incluso incluimos sus servicios en nuestra solución de pagos. Tampoco recibimos un trato desleal por parte de Transbank o los bancos, como muchos nos advirtieron que ocurriría.
El camino fue mucho más largo y complejo de lo que originalmente pensamos. Si no se hubiera sumado Luis Hernán Paul como inversionista ángel y miembro del directorio, sin duda habríamos fallado.
Hasta octubre del año pasado era normal recibir contactos de fondos de inversión preguntando por nuestros resultados, para evaluar una inversión importante, pero nuestras cifras aún no llegaban a resultar atractivas. Y después de la explosión social, los llamados se terminaron.
Estábamos muy cerca de lograr el punto de equilibrio, pero aún faltaba y la disposición de inversionistas privados a comprar propiedad o hacer un préstamo a una empresa que prometía, pero aún no cumplía, había desaparecido. No sé si habríamos encontrado una salida, si el gobierno no hubiera tomado la medida de postergar el IVA para las pymes.
En ese momento yo pensaba que no nos quedaban opciones. Alcancé a vivir la angustia de asumir que le diría a 100 inversionistas, más de 1.000 comercios y un equipo maravilloso, que tendríamos que cerrar. Que las empresas quiebran por flujo de caja y no por proyecciones o resultados. Esta medida pro pyme anunciada en el contexto de una crisis social nos dio el último aliento para seguir creciendo y lograr en marzo el punto de equilibrio.
Finalmente cumplimos. Tuvimos un crecimiento exponencial, durante suficientes años como para llegar al punto de equilibrio, en un negocio que requiere un volumen brutal. Y tenemos perspectivas de mantener el crecimiento. Pero no habrá fiesta presencial ni celebración remota. Estos números debían ser la realización de un sueño, pero terminaron siendo la parte extraña de una pesadilla.
Lamentablemente, comparto estas buenas cifras desde la soledad de mi PC, en un pequeño escritorio en el comedor de la casa, sin poder abrazar al equipo que lo logró a pesar de todo. Mientras mis hijos solo quieren volver a juntarse con sus amigos y estoy angustiado por el riesgo que corren mis padres y toda su generación.
Sin duda mi esposa es la luz en este encierro, incansable compañera de aventuras, que tanto sabe de finanzas y el control de riesgos, a menos que se trate de apoyarme en cada locura que se me ha ocurrido. En fin, empecé a escribir con los ojos húmedos, pero termino mucho más alegre. Lo correcto, a pesar de todo, es estar agradecido de la vida.
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