Michael Feindt: Siglos para las nuevas ideas y tecnologías
Strategic advisor de Blue Yonder comenta acerca de lo que se necesita para que las innovaciones sean ampliamente aceptadas.
Cuando se trata de una innovación aparentemente revolucionaria, el tiempo que tardan algunas organizaciones o industrias en adoptarlas parece casi extraño. Si la tecnología es tan buena, ¿por qué no es tan buscada?
Como siempre, la respuesta tiene muy poco que ver con el sistema, la solución o la tendencia, y mucho con el instinto humano que se interpone en el camino. Somos, en definitiva, la culpa en la cadena de innovación.
De esto, hay ejemplos familiares. La construcción como industria es conocida por su lenta adopción digital, siendo un tema que domina la mayoría de las exposiciones, eventos, mesas redondas y foros.
En el comercio minorista y en toda la cadena de suministro, hemos visto en primera fila la reticencia de las empresas para adoptar inteligencia artificial (IA) y aprendizaje automático (ML), pese a que todas las estadísticas apuntan hacia su necesidad.
Sigue habiendo una resistencia de los tomadores de decisiones de mayor edad a la digitalización. Pero es probable que esto sea una señal de la desconexión entre el liderazgo y quienes realmente comprenden la necesidad de estas innovaciones.
Esos jóvenes recién salidos de sus estudios, con muchas ideas, están impulsando el cambio, pero no tienen reputación ni influencia para ponerlo en práctica.
"Cuando se trata de acelerar la tasa de innovación o adopción tecnológica, la respuesta no se basa en lo digital en absoluto. Se trata del instinto humano en cada etapa del ciclo."
Todo comienza con la educación. Como estudiante, eres una esponja. Tienes que aceptar lo que te enseñan, especialmente en ciencias o ingeniería, porque es la culminación de siglos de investigación.
Al embarcarte en una maestría o un doctorado, debes ser crítico y cuestionarlo todo. Terminas tus estudios y viene tu primer trabajo a tiempo completo, con conocimiento y entusiasmo por la innovación que traerás a tus nuevos empleadores. Y tu nuevo jefe dice que no.
¿Por qué no? Ese tomador de decisiones ha pasado por la misma cadena a lo largo de los años y ha visto cómo sus propias estrategias óptimas se materializan. Ignora lo que hizo que su negocio fuera sólido hoy porque el más nuevo parece firme en que ahora hay algo mejor.
Cuando nota que los competidores tienen éxito con esa misma idea, comienza a responder, como se ve ahora con la IA. Para entonces, puede ser demasiado tarde o al menos perjudicial a corto plazo.
Hay una cadena que va de la ciencia al descubrimiento, de ahí al entusiasmo del ingeniero, luego viene el rechazo, la aceptación del mercado y, finalmente, una transición que explica la cantidad de tiempo que necesitan las tecnologías para afianzarse.
Volviendo a la construcción, las formas de operar de esta industria están tan profundamente arraigadas y en gran medida supervisadas por tomadores de decisiones de mayor edad, que tiene sentido que sea tan difícil para alguien forzar un cambio de mentalidad.
Y, por supuesto, si lleva demasiado tiempo, existe la posibilidad de que la idea innovadora ya esté desactualizada cuando alguien “importante” comience a escuchar.
Las empresas deben liberarse de este ciclo por numerosas razones.
"Como siempre, la respuesta tiene muy poco que ver con el sistema, la solución o la tendencia, y mucho con el instinto humano que se interpone en el camino."
La desilusión es lo que viene tras ignorarse investigaciones, estudios, facultades críticas y experiencia de quien quiere proponer innovaciones y tecnologías.
Y la posibilidad de que esas mismas personas se adhieran a esa cultura y rechacen ideas aún más nuevas en el futuro es lo que mantiene esta cadena en movimiento.
Cuando se trata de acelerar la tasa de innovación o adopción tecnológica, la respuesta no se basa en lo digital en absoluto. Se trata del instinto humano en cada etapa del ciclo.
La ciencia no cambiará: los ingenieros e investigadores en ciernes seguirán siendo fundamentales y seguirán viviendo en la punta del iceberg de la innovación. Donde debería llegar el compromiso es entre las propias empresas.
Y la palabra “compromiso” es clave. No quiere decir que un tomador de decisiones deba poner sus operaciones y su progreso en manos del ingeniero más joven en todo momento. Se trata de no matar sus aportes el primer día, porque es la fuente más reciente que tiene de estos.
Tener conversaciones abiertas sobre cómo se dirige su empresa, por qué ha prosperado, la tecnología que lo ha llevado allí y cuáles son las implicaciones comerciales de las transformaciones despertará la naturaleza inquisitiva de ese empleado.
Él, a su vez, comenzará a encontrar un uso más viable y situacional para sus grandes ideas. Al menos, no lo apartará de la cadena de ideas más adelante.
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