Andrea Garderes: Del ‘saludo a la bandera’ a las acciones concretas
La consultora y socia de Almabrands entrega un enfoque respecto de la equidad de género tras la reciente conmemoración del Día Internacional de la Mujer.
Tras una nueva conmemoración del Día Internacional de la Mujer, lo que uno más quisiera es mirar hacia atrás y poder sacar cuentas alegres respecto de los avances en temas de equidad de género.
Sin embargo, de forma casi inevitable, la fecha está una vez más teñida por la pesadez de los datos sobre las brechas, que no solo persisten sino que siguen acentuándose desde la pandemia a nivel mundial.
Hace poco, The Economist compartía una nueva publicación con una durísima conclusión: da lo mismo el país o el continente; en todos lados, tener un hijo, para la mujer, implica una penalización a su desarrollo laboral.
Mientras en países con menos recursos esto se da a través de la fuga de las mujeres del mercado del trabajo, en naciones desarrolladas se observa un aumento de todas brechas laborales entre hombres y mujeres una vez que nace el primer hijo.
Esto no puede sino recordarnos, una y otra vez, que seguimos estando muy lejos de un contexto aceptable en materia de equidad de género y que, de forma incuestionable, somos todos los actores sociales los llamados a hacernos cargo.
“Seguimos teniendo más de 130 años por delante para cerrar la brecha de género y la única manera de acortar esos tiempos es con un compromiso total y transversal en torno a la equidad.”
Sin duda, los estados tienen mucho que avanzar en políticas sociales, mientras las personas no podemos dejar de visibilizar y luchar por una mayor justicia social.
¿Y las empresas? Tal como en otros ámbitos de gran impacto para la sociedad, las empresas pueden –y deben– jugar un rol aún más trascendental que el que han jugado hasta ahora, independiente del porcentaje de mujeres que sean parte de sus equipos.
Por su impacto y alcance, por su masividad y transversalidad, por su capacidad de generar cambios y transformaciones culturales que trasciendan a los gobiernos y las administraciones políticas de turno, aquellas barreras que las empresas derriben en pro del desarrollo justo de las mujeres son un terreno que no debemos dejar de empujar.
Es cierto que cada vez son más las organizaciones que se comprometen con esta necesidad de cambio, y entienden que el 8M no es un día de celebración o un “saludo a la bandera”, sino la conmemoración de un problema que exige acciones concretas de mejora permanente.
También es verdad que este compromiso no debería ser una opción, una elección posible dependiendo del rubro, el despliegue o la cantidad de mujeres contratadas. Ante brechas que no dejan de acrecentarse, es urgente que este sea un mínimo ético y exigible para cualquier empresa que quiera dejar una huella y un impacto positivo en su entorno y de cara a las futuras generaciones.
“… de forma casi inevitable, la fecha está una vez más teñida por la pesadez de los datos sobre las brechas, que no solo persisten sino que siguen acentuándose desde la pandemia a nivel mundial.”
Dejemos de ver la equidad de género como una alternativa para las empresas y asumamos, de una vez, que es una condición para el desarrollo que queremos como sociedad.
Sabemos que no todo es gris en este terreno; si pensamos en las masivas manifestaciones que se iniciaron en Chile y el mundo en 2016, de la mano de movimientos internacionales como Me too, Ni Una Menos y otros, no hay duda que hemos visto avances en la materia.
Hoy tenemos más marcas que se atreven a visibilizar el desafío por la equidad de género desde un espacio corporativo y no comercial, dando lugar a una mayor diversidad y con lenguajes más adecuados.
Hoy hay más mujeres en cargos de dirección y liderazgo, y el mundo público no se ha quedado atrás, con iniciativas paritarias que han logrado sostenerse en el tiempo. Pero necesitamos más, mucho más.
Seguimos teniendo más de 130 años por delante para cerrar la brecha de género (World Economic Forum, 2023) y la única manera de acortar esos tiempos es con un compromiso total y transversal en torno a la equidad. Un compromiso que demanda, sin duda y con urgencia, a todas y cada una de las empresas del país.
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