AMDD inicia nuevo ciclo con nueva directiva
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Rodrigo Espinosa, del Banco Bice, fue elegido como timonel de la asociación que reúne a empresas, consultoras y agencias dedicadas al marketing directo y digital.
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Piñera ¿Se supera a sí mismo?
Sin duda que sí.
A lo menos eso es lo que piensa Carlos Peña según expresa en una columna que causó escozor en el sector de derecha que aún apoya al actual presidente. Cabe mencionar, que en algún momento dicho apoyo fue bastante más amplio, como que fue elegido con más del 50% de los votos.
Pero, ¿qué es lo que lleva al rector Peña a extremar su opinión negativa de Sebastián Piñera al punto de decir que había realizado “un hecho rocambolesco, estúpido, algo que ni siquiera la mente más tonta, más desapegada de la realidad, mas desaprensiva de la actitud ajena, habría imaginado”? Y el autor de dicha columna solo se lo explica por “un narcisismo cercano a lo maligno –maligno en un sentido psicoanalítico– del presidente”.
El acto que provoca esta exasperada opinión es –ni más ni menos– que la foto que el presidente Piñera se tomó en Plaza Italia (ahora también llamada por muchos Plaza Dignidad) bajo el monumento del General Baquedano.
Por cierto, un desatino de marca mayor.
Tanto así, que en los primeros días las propias disculpas de Piñera fueron anodinas y hasta desconcertantes, para luego de una semana señalar (en el Mercurio, donde también escribe Peña) ya con alguna consistencia que con aquella actitud no había cometido “ningún delito y ningún pecado” y que “nadie es dueño de la Plaza Italia”.
Sin embargo, quizá lo más curioso de todo este revuelo es que cause sorpresa, ya que bien se sabe que el rey de los desatinos en nuestro país se llama Sebastián Piñera. Al respecto, baste recordar el chiste que denigraba a las mujeres en pleno auge del feminismo.
Podemos agregar que tampoco le ayuda su tendencia a decirle “pesadeces” a mucha gente, lo que le hace ganarse “enemigos gratis”.
No obstante, ha sido elegido presidente de la República en dos ocasiones, a pesar de ser derechista.
¿Por qué sucede esta aparente incongruencia?
La respuesta es clara.
A la hora de las definiciones, muchas personas apuestan por quién creen que dirigirá al país en forma eficiente, con progreso y relativa poca corrupción. Ello, aunque lo vean poco empático y no les agrade mucho.
El primer mandato, Piñera tuvo el viento a su favor, en términos de economía mundial y por tanto de precio del cobre, lo que aprovechó bien, consiguiendo buenas tasas de crecimiento para Chile. Claro que, con la visión de hoy, bien se le puede achacar no haber hecho más en pro de la igualdad aunque se hubiera sacrificado algo del incremento económico. Pero, por cierto, tampoco hicieron nada a este respecto los gobiernos que le antecedieron ni el que le siguió.
Otro aspecto relevante de su primera administración fueron los diferendos limítrofes con los vecinos del norte. En esta materia el comportamiento del jefe de Estado fue el adecuado, que es básicamente mantener un equipo legal competente. En el transcurso del litigio y en su desenlace se deslizó que Piñera tenía intereses en Perú que lo habían hecho favorecer a esa nación, lo que es por supuesto absolutamente absurdo. Sí, en esos momento en ciertos círculos se dio pie para comentar un aspecto de la personalidad del presidente, la cual según dicen algunos se debate entre la avaricia y la generosidad.
Un hecho puntual durante su primer mandato fue el derrumbe de una mina que sepultó a 33 mineros. Con el transcurso de los días, prácticamente todas las personas involucradas en el rescate veían una dificultad tan extrema que eran partidarias de desistir. Contra todo pronóstico, el presidente perseveró en rescatar a los mineros y lideró la operación con un éxito que enorgulleció a los chilenos y recorrió todo el mundo.
En este segundo período, Sebastián Piñera fue designado con una alta votación, lo que auguraba un gobierno bastante exitoso. Sin embargo, la realidad rápidamente dijo lo contrario; tanto por factores externos adversos, como decisiones tardías y vacilantes por parte del mandatario.
Pero el primer mazazo realmente contundente fue la crisis social que se inició el 18 de octubre de 2019. Un análisis acabado requeriría no solo otro artículo, sino un libro y quizás varios. Eso sí, se ve que existen varios elementos que confluyen. Los de fondo, encabezado por ansias de mayor igualdad y justicia social, y por ende en contra de las injusticias. Y otros más de forma, como el uso de las redes sociales, que facilitaban y daban velocidad a las convocatorias. Una de estas fue de tal magnitud, que congregó, solo en Santiago, a cerca de un millón y medio de personas.
Con esta situación, la popularidad de Piñera, que ya iba cayendo, se fue al suelo. Más todavía con la violencia desatada que trajo consigo, fuera de toda tasa y medida, ya con la participación de delincuentes.
A esto agreguemos una policía sorprendida, en parte inexperta para tanta barbarie, que cometió delitos en contra de los derechos humanos, lo cual acrecentó aún más la impopularidad del gobierno.
Pero lo impensado todavía no llegaba a su fin. Un virus que se veía lejano en China a principios de año, llega a Chile la primera semana de marzo desencadenándose una seguidilla de informaciones en el ámbito de la salud y de la economía, con medidas de todo tipo, para cuidar la salud de las personas y sus fuentes de trabajo e ingreso.
Una de las cosas más sorprendentes es que los países más afectados por esta terrible pandemia son Estados Unidos, Italia, España y Gran Bretaña, que han tenido un manejo de la situación que se aprecia vacilante, con decisiones tardías y cambios que a veces parecen errados.
En cambio Chile se ve con un manejo mejor y más estable. La línea es razonablemente clara y precisa.
La prioridad indudable es la salud. Para lo cual se buscan en forma diligente los recursos sanitarios, que se centralizan para distribuir según necesidades. Las restricciones, por zonas y rigurosidad, se dictaminan de acuerdo a porcentajes de infectados y capacidad de control, en una forma que se percibe criteriosa.
La segunda prioridad es otorgar las necesidades básicas, como luz, agua y comida para la población, cuidando la distribución del abastecimiento y otorgando permisos temporales para salir a comprar incluso en cuarentenas totales.
La tercera prioridad es mantener en la medida de lo posible el empleo, los ingresos de los trabajadores y la estructura de la economía, para permitir una recuperación relativamente rápida en el mediano y largo plazo. Esto mediante ayudas a personas que pierden sus trabajos, a Pymes y créditos a empresas más grandes.
Lo cual se estructura con una línea de mando bastante clara, que parte del presidente de la República. Sin duda, nada bueno ha traído y va a traer la pugna entre Trump y el alcalde de Nueva York, o entre Bolsonaro y su propio ministro de Salud.
De todo lo señalado, concluimos:
No le pidamos a Piñera que sea atinado en su vida cotidiana; no lo es.
No le pidamos que sea empático; no lo es, a lo menos en lo que aparenta.
Pidámosle –y exijámosle– que designe equipos competentes y que los dirija en forma adecuada. Eso es lo importante; ahora más que nunca.
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